Es 25 de Diciembre. Llueve como pudiera llover, porqué no, un 12 de febrero. Las nubes se adueñan del cielo y lo visten de un traje gris oscuro, elegante y sobrio, como pudiera también ocurrir quizás un 17 de Noviembre. Alguien, al que se le oyen desde lejos sus respiraciones, pisa un charco con una zapatilla de running. Lleva puesto los auriculares y escucha la misma música, por ejemplo, que un 14 de Enero. Le sienta bien la soledad del carril. Oír sus propias pisadas. Sus respiraciones. Poder escucharse libre de interferencias. Se alegra al comprobar que hay menos tránsito de lo habitual. Es 25 de Diciembre. La gente está en casa. Recuperándose de la noche de ayer o preparando el almuerzo de hoy. Hay programas especiales en la televisión. Luces por las calles.
Él sigue con la carrera. Deja marcas de sus apoyos en la tierra blanda y no tiene intención de dar media vuelta. La lluvia le acompaña. Cada zancada le aleja.
