El cometa interestelar 3I/ATLAS, procedente de fuera del Sistema Solar, alcanzó el pasado día 19su punto de máxima aproximación a nuestro planeta, a unos 270 millones de kilómetros. Este misterioso objeto ha sido uno de los grandes descubrimientos astronómicos del año y protagonista de este mes de diciembre que además, durante las fiestas navideñas,tiene a otro evento celeste que ha despertado la curiosidad durante siglos y está relacionada con la naturaleza del astro que guió a los Sabios de Oriente.
La conocida como Estrella de Belén es un misterio que la Arqueoastronomía, conjunto de disciplinas que estudian el papel del cielo en la antigüedad, trata de desvelar y nos proporcionaría la fecha correcta del nacimiento de Jesús que debió acontecer entre los años 7 y 5 anteriores a nuestra Era. Este desfase es atribuido al monje Dionisio el Exiguo (siglo IV), que cometió varios errores de cálculo para averiguar la fecha de la Natividad de Jesús y establecer el año I de la Era Cristiana por encargo del Papa Juan I.
Las referencias
Realmente, existen pocos datos sobre la Estrella de Belén en los Evangelios, sólo San Mateo hace referencia a este evento celeste: “Jesús nació en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes. Unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el que ha nacido, el rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo. […] Entonces Herodes llamó en secreto a los magos y se informó cuidadosamente de ellos sobre el tiempo en que había aparecido la estrella. Ellos, después de oír al rey, se marcharon; y la estrella que habían visto en oriente iba delante de ellos, hasta que fue a posarse sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella experimentaron una grandísima alegría” (Mateo 2, 1-10). Otras narraciones pueden encontrarse en el Protoevangelio de Santiago (texto no incorporado al Nuevo Testamento, que junto con otros escritos forman los Evangelios Apócrifos): “Vemos cómo una estrella indescriptiblemente grande apareció de entre esas estrellas y las deslumbró de tal manera que ya no lucían y así supimos que un Rey había nacido para Israel”, o en una carta escrita por San Ignacio de Antioquía: «Su luz fue inefable y su novedad causó asombro«.
El cometa Halley y otros candidatos
Popularmente la Estrella de Belén es representada como un cometa, preferencia observada en algunas pinturas como la «Adoración de los Magos» de Giotto (s. XIV) inspirado por el cometa Halley del año 1301. En otra obra del genial Giotto, La Epifanía (1320), aparece una estrella y un cometa. Durante siglos el Halley fue un buen candidato a ser la Estrella de Belén, pero quedó descartado al averiguarse que su aparición más próxima al nacimiento de Jesús ocurrió en el otoño del 12 a. C., evento celeste que fue descrito y registrado por los antiguos astrónomos chinos Por cierto, el pasado día 9 este cometa alcanzaba el afelio, su punto más distante del Sol, iniciando el regreso hacía nuestro planeta y que será visible a simple vista en julio de 2061. Otros artistas se inclinaron por pintar una estrella en vez de un cometa, por ejemplo: La Adoración de los Magos (1496) de Filippino Lippi, Adoración de los Reyes Magos del Maestro de la Sisla realizada en el año 1500 y La Adoración de los Reyes Magos (1611) de Juan Bautista Maino.
Otra candidata es la espectacular aproximación de Venus y Júpiter en Leo (año 2 a. C.), que debió contemplarse como si se tratara de un mismo astro muy brillante. Pero, uno de los eventos celestes que tiene más seguidores es la nova o supernova que apareció en el año 5 a. C., a finales de marzo o primeros de abril, entre las constelaciones de Capricornio y el Águila, siendo registrado por los chinos y visible durante más de 70 días.
Kepler y la Stella Nova
El astrónomo Johannes Kepler descubrió, lo que llamaban en la época, una “stella nova” (estrella nueva) en la constelación de Ofiuco, entre Júpiter y Saturno durante una de las tres conjunciones de esos dos planeta y Marte que se registraron en 1604. Esta “stella nova” era realmente una supernova que se observó a simple vista durante 18 meses. El extraordinario evento llevó a Kepler a realizar un detallado estudio de la Estrella de Belén y calculó que hubo otro triple acercamiento (en mayo, octubre y diciembre) de Júpiter y Saturno en Piscis en el año 7 a. C. Kepler dedujo que la consecuencia lógica de este tipo de conjunciones era la repentina aparición de una estrella (nova o supernova) tan espectacular como la que observó, y pensó que era el hito astronómico que acompañó al nacimiento de Jesús. Pero, para los arqueoastrónomos la información más relevante de las deducciones de Kepler es la conjunción planetaria del 7 a. C. que era, con toda seguridad, conocida por los Reyes Magos grandes estudiosos de los fenómenos celestes que al observarla en la constelación de Piscis, de fuerte simbolismo en el antiguo pueblo hebreo, pusieron en alerta a los Sabios que debían conocer las profecías de los judíos acerca del Mesías, presumiendo que algo extraordinario iba a suceder.

