Calentando el horno. Que no os engañen. El cierre de la carretera A-397 es la prueba irrefutable de la desidia y el desprecio con el que las administraciones vienen tratando y tratan a la Serranía de Ronda desde que Noé fuera dueño y señor de todas las aguas del mundo. El desprendimiento de una mínima parte de los taludes y soportes de la carretera a la altura del kilómetro 35 no es un accidente aislado ni una catástrofe imprevista: era de esperar: ya había pasado, aunque a menor escala: era posible y era más que probable: y, pese a todo, no se hizo nada ni se había previsto una alternativa de urgencia.
Y cuando digo nada, me refiero a la más absoluta de las indolencias. El corte de la carretera de San Pedro es la consecuencia culpable de décadas de abandono, de promesas incumplidas y de una política que desprecia al interior mientras riega de millones el Norte de España y las costas y los grandes núcleos turísticos. Ahora, con la vía colapsada y los trabajadores atrapados en una odisea diaria que se traduce en miles de horas perdidas: desvíos interminables: empresas al borde del cierre y familias desesperadas: los políticos, salvo contadas excepciones, se limitan a lo de siempre: reuniones vacías, excusas de mal pagador, redes sociales, disputas partidistas para desviar la responsabilidad y el eterno «no hay presupuesto». La cosa es evitar que la gente: los proletas de la Costa, vaya: se hagan trinchera, se pongan en modo Marinaleda y se lancen a la calle en un movimiento de consecuencias imprevisibles.
Sevilla y Madrid se reparten cargos y prebendas sin más beneficio que la propia supervivencia, en Bruselas se finge preocupación por la España vacía, y en Málaga se llenan la boca con discursos de progreso y apoyo a la Andalucía despoblada. La realidad es que la Serranía de Ronda, pasado el calentón de los telediarios, se queda, una vez más, aislada y en la más absoluta soledad. La carretera que une Ronda con San Pedro no es una vía cualquiera; es la arteria principal por las que miles de padres se buscan el chusco diario de sus familias: es el único nexo de comunicación con la Costa del Sol, el corredor forzoso para la economía de estas sierras. Pero mientras el Sur profundo sufre, el poder calla. Esto, repito, se veía venir.
Los trabajadores, que antes tardaban una hora en llegar a la obra, ahora gastan más del doble, y multiplíquenlo por dos. Hablamos de jornadas que se alargan hasta la extenuación, sueldos que se diluyen en gasolina y peajes improvisados, negocios que ven cómo los clientes desaparecen. La hostelería sufre, el comercio agoniza y la incertidumbre se convierte en la única verdad. Se habla de alternativas, de desvíos imposibles, de caminos secundarios que no están preparados para soportar el flujo de vehículos que esta carretera manejaba a diario. Todo improvisado, a lo loco, sin planificación, todo como si esto de la carretera a la Costa fuera un problema de menor cuantía.
¿Y qué hacen las administraciones? Nada. Desde la Junta de Andalucía solo se escuchan lamentos de ursulina: ay por Dios, ay por Dios…: queriendo vendernos la Harley de que todo fue culpa de la lluvia, un derrumbe inesperado, y no una consecuencia directa de la falta de inversión y mantenimiento de una red viaria que, se mire como se mire, presenta las mismas carencias en todas y cada una de las carreteras que van y vienen a Ronda. Mire usted para Sevilla, para Jerez, para Campillos o Antequera, para Ardales o Algeciras y no verá más que asfalto que más parece arado por un tanque de Putin que gestionado con diligencia desde los poderes públicos. Años de abandono, lustros de desidia, eso es todo.
El silencio es aún más insultante si se compara con la alegría con que se invierten los dineros de las Españas en los nortes vascos y catalanes. Aquí no hay un solo plan de emergencia mínimamente serio, no hay soluciones de urgencia, no hay ayudas reales para paliar el desastre. Este es un territorio estratégico para el turismo, para el empleo, para la conexión de la Serranía con su propio corazón rural, pero carente de cualquier planificación viaria a corto y medio plazo. Porque a ojos del poder la Serranía no pasa de estorbo que demanda mucho y da pocos votos. No interesa, no vende, no mueve electores suficientes.
Seis meses, cuando menos, se han dado de plazo para volver a abrir la carretera. Y después de seis, dieciséis… Y mientras tanto los currantes de la ferralla y la escayola, del hormigón y la pintura, recorriendo la Serranía en plan posguerra y buscando atajos donde no los hay.
La carretera se vino abajo porque nunca interesó reforzarla. La Serranía sigue aislada porque no estaba en los cálculos electorales: dos barrios de Málaga suman más votos que toda la comarca rondeña. Y mientras tanto, los afectados siguen atrapados en un laberinto sin salida, condenados a dormirse al volante por la inoperancia y el cinismo de quienes deberían garantizar el derecho a unas infraestructuras dignas.
Pero esta vez: ¡aleluya!: hay un giro inesperado: el PP y el PSOE de la Serranía aseguran por separado que lucharán juntos por la supervivencia de la comarca. Que no permitirán que la carretera siga cerrada sin soluciones reales. Que están dispuestos a aparcar su guerra de siglas para defender lo que es de todos. ¿Les creemos? Yo les creo. Pero lo que espero es que, por una vez, no usen esta crisis como un arma política para sacarse los ojos y pelear votos, sino como una oportunidad para presionar a las administraciones central y autonómica, demostrando que todavía hay políticos comprometidos con la tierra que representan.
No nos vale que si Paco dice blanco, Maripaz tire de negro, y viceversa; si bien es cierto que ahora gobierna el PP en Andalucía y la responsabilidad primera es toda suya. Gobernar es lo que tiene, que a veces te quedas sin Goyesca o se te viene abajo una carretera o una gota fría te destroza buena parte de los caminos públicos… Pero la acción de gobierno va más allá de las excusas: gobernar es dar soluciones y apechar con las necesidades de los ciudadanos, sobre todo cuando las cartas no son buenas, al tiempo que hacer oposición es arrimar el hombro y proponer alternativas más allá de la crítica.
Paco Cañestro desde el PSOE de la comarca ha lanzado soluciones de urgencia, a saber: una, que habiliten la Residencia de Ocio y Tiempo Libre de Marbella y las Colonias de Unicaja para que los trabajadores pernocten y descansen en tanto se abre de nuevo la carretera; y dos, hacer causa común con el PP para demandar recursos del Estado; unidos los dos, por una vez, en demanda de los dineros de Moreno y Sánchez. Y no es para menos. Paco debería solicitar ayudas del fondo de emergencias nacional en Madrid. Y la alcaldesa de Ronda debería estar amarrada, motu proprio, a las puertas del Palacio de San Telmo en Sevilla hasta que los «suyos» siembren las carreteras de Ronda con buldócer, excavadoras, grúas, hormigoneras y miles de metros de malla antialudes, por decir algo.
Que nadie se equivoque. Aquí y ahora no hay resignación, aquí hay rabia. Aquí hay obreros que no están dispuestos a aceptar este castigo con la cabeza gacha. Aquí hay albañiles, transportistas, comerciantes, agricultores y hosteleros que saben que solo la lucha hará que se muevan los culos en los despachos. Si hay que plantarse en Málaga, en Sevilla, en Madrid o en Bruselas, se hará. Que por soñar no sea… Si hay que llenar las calles de piquetes y pancartas, se hará. Si hay que cortar carreteras, si hay que parar la precaria economía, si hay que decir basta de una vez por todas, se dirá. Porque esta tierra, a tenor de lo que me llega, esta vez no se va a rendir ni va a aceptar más humillaciones, pues parece que los Trabajadores de la Costa por fin han tomado conciencia de que merecen algo más que palabritas vacías: bien saben que el derrumbe no fue algo fortuito, sino un accidente más que esperable por falta de mantenimiento.
Que por soñar no sea, ya digo… A ver si es verdad que esta carretera cortada hace temblar a los políticos de sillón, a los burócratas de palacio y a los gestores del olvido. Que entiendan que el Sur no está muerto, que estas sierras no se arrodillan, que la dignidad de un pueblo no se pisa sin que haya consecuencias. La carretera ha caído, pero también deberían caer las excusas y las evasivas. Antes o después alguien tendrá que dar la cara: el desplome fue tan fortuito como evitable. ¿Cuánto tiempo hacía que no se verificaba el estado de conservación de la carretera a la Costa? ¿Soportará el carril de Ardales el incremento de tráfico que inevitablemente se va a producir como consecuencia del cierre de la A-397?
¡Seis meses y lo que venga! Muchos se me antojan. De haber seguido este ritmo el Berlín que perdió la II Guerra Mundial, hoy todavía estaría en el suelo la Puerta de Brandeburgo. Y eso se ve, claro que se ve. Y si hay que convertir los tanques en excavadoras, pues eso, que lo hagan.