martes, 11 febrero 2025
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Haciendo memoria

Que la economía de Ronda no se tiene en pie: basta mirar la calle de la Bola: aorta, safena y yugular de los dineros de la ciudad: no lo puede negar nadie, salvo que se deje llevar por cencerradas políticas con menos fundamentos financieros que los que se arroga el chiribaila de Errejón para ir de rey del mambo cuando no pasa de feo, pero que feo de verdad, amén de un rijoso de manual freudiano. Como Torbe, pero en canijo? Más o menos.

Todo dios sabe que la economía de Ronda se reduce a diez kilómetros de expositores de imanes donde antes se vendían relojes y libros y buenos zapatos y trajes de padrino y juguetes que ni en el Corte Inglés y pamelas de boda y medallas 14 de febrero. Todos lo sabemos y nada hacemos para para frenarlo.

Como todo el mundo sabía y ocultaba que lo del tuercebotas del Errejón no era enfermedad ni gaitas: lo del sicalíptico Errejón era puro vicio y abuso y dominio con encaste en el «beber, comer y coger»: dicho sea al modo mexico: de alguien que en las discos de finales de los setenta no se hubiera comido ni el más cursi de los colines o, a lo más, hubiera llegado a pinchadiscos del guateque calentón, donde pillaba todo quisque menos él, que iba de listo con un Manifiesto comunista a la vera, pero al que las chicas habían calado de lejos, sabiamente. Dejemos al «buen novio» de Rita Maestre, volvamos a la calle de la Bola…

Las cuentas de Ronda, los orígenes de sus decadencias vienen de lejos: veinte o treinta años: y tienen mucho que ver con el desmantelamiento de la Caja de Ahorros de Ronda, la pérdida real de su influencia histórica en los pueblos del entorno y el deplorable estado de las carreteras, se venga de donde se venga.

Sin embargo, si a pesar de las alturas, las curvas del Madroño, los radares a contradiós y el motorista loco, si a pesar de todo, el personal sigue subiendo para verificar las resistencias del puente y hacerse el selfi en los abismos del tajo, es que esta ciudad tiene un algo, un conque, qué sé yo, que la hace verdaderamente singular.

Es en esa realidad que tantas ventajas podría procurarnos en la que tendrían que incidir nuestros concejales, edecanes, próceres y demás barandas: dicho sea de paso: ahora que la izquierda canosa, renqueante y más o menos histórica se codea y coleguea con el staff del PP local, y viceversa: grima dan algunas fotos: vivir para ver y ver para recordar. Al menos podrían, digo, los que siempre mandaron de facto en la ciudad, hacer algo: un algo, qué sé yo, lo que sea que desbloquee algunos asuntos que tanto influyen en el día a día de la gente corriente. Porque posibilidades hay, pero la cosa es dar en el cómo aprovecharlas en beneficio de una población con sueldos de miseria y el hastío grabado en la mirada.

En el Paleolítico de 1999 el GIL: ya sabes: se levantó ocho concejales que lo dejaron en un ay de la mayoría absoluta. De no haber sido por la habilidad política de unos pocos, algunos de los que entonces lo jaleaban hoy podrían andar a la vera de Roca, Del Nido y demás compañones, y no miento a Cachuli: don Julián: por la pena que me despierta su imagen de desamparo ante el juez, con ese algo de Potro de Vallecas sonado que tenía en horas bajas: en paz descanse.

Sin embargo, aquí nadie aprendió la lección que nos dio este pueblo alzado en coces y tan harto de promesas incumplidas, entonces como hoy, que hubiera votado a monseñor Lefebvre e incluso al bárbaro de Queipo de Llano de haberse presentado.

Los incumplimientos reiterados a lo largo de los años facilitaron la llegada del GIL con un 35% de los votos. Bastó que una rubia de bote nos jurara que iba a «hacer» de Ronda un emporio farmacéutico tipo Bayer, y dos garbeos por el puente de don Jesús Gil en Rolls, y tres barriles de cerveza de gañote en la plaza de los Descalzos: recuerda: y la promesa de una autovía recta a la Costa… Con eso sobró para poner de perfil a las fuerzas políticas tradicionales. ¿Podría volver a suceder? Difícil, pero no imposible. Los Ruiz Mateos, los Gil, los Errejones y los Alvise están ahí prestos a ir al tuétano de los democracias.

Hoy, visto en la distancia el guirigay taleguero en que terminó aquella Marbella de los 90, hay que reconocer que Juan Benítez (PSOE), José Herrera (PP) y Pascual del Río (IU) actuaron sabiamente sumando fuerzas para frenar en seco a la tropa gilista. Y no fue fácil. Creo que una jugada como aquella no se ha vuelto a repetir: inteligencia y sentido de común: sumar como sea con tal de frenar a Atila-GIL: altura de miras: Guerra dixit. Algunos, ahora, van de muñidores de aquella operación, pero no: los artistas que evitaron que Ronda cayera en las redes macfiosas de Marbella fueron los que digo: Juan, Pepe y Pascual. Los demás sólo hacían ruido.

Tuvieron que negociar una alcaldía compartida: dos años PSOE y otros dos PP: con unos mínimos programáticos que cumplieron a rajatabla: así como soportar la presión de unos personajes despechados al saberse fuera del poder pese a haber ganado las elecciones: gente rara que seguía el modelo marbellí, y que lejos de asumir la matemática democrática de los pactos, se conducían como auténticos bucaneros que lo mismo trataban de comprar ediles socialistas a 700.000 pelas el mes —tiren de hemeroteca— que iban a los plenos como el que va a la guerra: cargando todo aquel arsenal de infamias y calumnias que emporcó la política rondeña hasta extremos impensables. Yo me siento muy orgulloso de aquellos concejales, como Luis Ramírez, que ni se vendieron ni vendieron sus ideas. Todo un ejemplo en estos tiempos que corren.

Viví aquello muy de cerca y tal vez —solo tal vez— algún día ponga en limpio los apuntes que guardo, más que nada por ver de sonrojar a algunos que ahora van de puristas pero que entonces, cuando había que dar la cara, se enrocaron en un oportunista respeto a “la voluntad del pueblo” que, amén de cuestionar la urgencia de pactar frente a la locura, nos hubiera hundido la cabeza dentro de una bolsa de basura repleta de billetes de euros falsos.

O sea, que por más reparos que pudiera ponerse al pacto anticaos de 1999, estoy seguro de que, al menos, se evitó el berenjenal que se hubiera liado de hacerse el GIL con la alcaldía rondeña.

Aunque siempre he defendido que gobierne la lista más votada, hay momentos en los que no queda otra que olvidar los principios, comerse la coherencia y hasta el discurso para defender la democracia con pactos y acuerdos que en otras circunstancias serían de justificación imposible. Derechas e izquierdas sumando 11 para evitar el gobierno del GIL es un poco como casar frailes y masones con tal de echar al francés o poner el foco en los partisanos socialistas y anarquistas que no dudaron en ponerse a las órdenes de De Gaulle con tal de limpiar los Campos Elíseos y el Sena de nazis.

¿Nadie cayó en la cuenta de que el vendaval gilista nacía de las carencias históricas de la comarca? Aquí, ya se sabe, pensar, lo justito. Y un ejemplo: entre tantos: es la autovía a la Costa. Puede que no sea el mejor momento para encarar una obra de semejante envergadura, y más con la tropa de Puigdemont comiéndose las uvas del Banco de España de tres en tres, pero nuestros gobernantes tienen la obligación: así lo dijeron: de seguir apostando por una carretera que nos pondría a media hora de la principal industria andaluza, que no es otra que el turismo. O hay autovía o no tardarán en surgir nuevos GILes. Apymer debería estar más de lo que está o también su sede acabará en almacén de imanes y tazas con dibujito.

Una alianza por las comunicaciones de Ronda que incluya la solución al sudoku de la rotonda del hospital ayudaría no poco a la resurrección de los negocios que siempre caracterizaron calle la Bola y aledaños. Ahí os quiero ver. A los 21.

Y a ti, Errejón, picando discos en la disco de Yeserías. No das para más.

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