Joan Marc Falcó ha vuelto a casa después de completar una travesía en bicicleta que lo llevó desde Oslo hasta Ronda. Tal y como prometió, llegó justo a la hora del almuerzo, poniendo fin a una experiencia que él mismo define como inolvidable.
Durante siete semanas pedaleó a diario, aumentando progresivamente la exigencia de su ruta: de los 80 o 90 kilómetros iniciales hasta alcanzar casi 160 diarios en los últimos tramos. El esfuerzo físico nunca fue un problema, aunque sí tuvo que sobreponerse a dificultades técnicas y ambientales como la lluvia, el frío o el intenso calor.
“Ha sido una gran aventura de inicio a fin”, relata Falcó, quien reconoce que uno de los momentos más duros fue la distancia con su familia y amigos: “No ha habido un solo día que no haya pensado en dejar la bicicleta para volver junto a los míos, y al mismo tiempo deseaba seguir explorando ese trozo de mundo a cada pedalada”.
El viaje también le permitió reflexionar sobre la importancia de las infraestructuras ciclistas. A lo largo de su recorrido por países como Noruega, Suecia, Dinamarca o Suiza, comprobó cómo la bicicleta forma parte esencial de la vida cotidiana: familias, mayores y niños utilizan este medio de transporte en entornos seguros y bien señalizados.
“En España tenemos un rotundo cero en infraestructuras para bicicletas”, lamenta, al tiempo que señala el contraste con ciudades como Copenhague, donde la tranquilidad y la seguridad de los desplazamientos en bici transforman el día a día de sus ciudadanos. “Espero que eso cambie aquí: se puede de verdad”.
Tras completar su reto personal, Joan Marc Falcó asegura que lo más esperado del viaje era el reencuentro con su mujer y su familia, después de una aventura que le ha dejado aprendizajes, recuerdos y una firme reivindicación del papel de la bicicleta en la movilidad urbana.
