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viernes, noviembre 14, 2025
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Miguel Ortega, conductor de la A-397: «Da la sensación que el tema no se trató con la urgencia que merecía»

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Tras más de cuatro meses de aislamiento parcial, la reapertura —aunque todavía provisional— de la carretera A-397, que conecta Ronda con San Pedro de Alcántara, ha devuelto un poco de normalidad a cientos de vecinos de la Serranía que dependían de esta vía para trabajar. Entre ellos, Miguel Ángel Ortega Suárez, joven rondeño que trabaja en una constructora en Marbella y que ha vivido en primera persona las consecuencias del corte provocado por el derrumbe causado por la DANA.

Era una carretera muy importante en mi vida diaria”, explica. “Trabajo en Marbella y cada día iba y volvía por esa carretera. El cierre me obligó a cambiar toda mi rutina”.

Un trayecto que se duplicó

Desde que en marzo la A-397 quedara intransitable por un desprendimiento, el trayecto habitual de unos 45 o 50 minutos desde Ronda a Marbella se convirtió en una odisea de hasta dos horas. Miguel Ángel, como muchos otros, se vio obligado a tomar rutas alternativas: “La que yo hacía era ir por la carretera de la Cueva del Becerro, luego hacia Coín, Monda y ya llegar a Marbella. Era un rodeo tremendo”.

Pero no fue solo cuestión de tiempo. Los costes aumentaron notablemente: “El gasto en gasolina fue muchísimo mayor. Lo que me costaba solo la ida equivalía casi al gasto completo de ida y vuelta cuando iba por la carretera de San Pedro”, señala. A esto hay que sumar el sacrificio personal: “Tenía que madrugar mucho más, llegaba a casa más tarde, si comía fuera era otro gasto. No es solo el tiempo en carretera, es que te cambia el día entero”.

Atascos, aglomeraciones y estrés diario

Las carreteras secundarias que asumieron el flujo de tráfico habitual de la A-397 no estaban preparadas para tal volumen de vehículos. “Había muchísimo tráfico, todo muy masificado. La carretera era muy estrecha, no solo íbamos nosotros desde Ronda, también gente desde Campanillas, Málaga, Alhaurín… Las aglomeraciones eran increíbles”, relata.

Según cuenta, en muchos casos el tráfico se traducía en retrasos de hasta media hora adicional sobre los tiempos ya extendidos, lo que aumentaba el cansancio y el estrés. “Había también muchos camiones. Era una carretera muy transitada para la que no estaban preparadas las rutas alternativas”.

Una reapertura parcial que da algo de respiro

La reciente reapertura parcial de la A-397 ha sido recibida con alivio por muchos trabajadores. Aunque el paso aún está regulado por semáforos y limitado a un solo carril, supone una mejora considerable respecto a los meses anteriores. “Ha cambiado bastante mi rutina diaria. Ya vuelve a ser un poco más la normalidad, aunque sigue siendo algo incómodo en esa zona, pero no tiene comparación con lo de antes”, admite Miguel Ángel.

Pese a todo, mantiene la cautela: “Espero que pronto acaben los trabajos y se reabra completamente. Creo que ya quedan solo unos detalles, y tengo esperanza de que no vuelva a cerrarse”.

Una gestión puesta en entredicho

Miguel Ángel también se muestra crítico con la gestión de la crisis por parte de las administraciones. “Da la sensación de que no se trató con la urgencia que merecía. He hablado con profesionales del sector y muchos coincidían en que no era una obra que necesitase tanto tiempo como el que ha llevado”, denuncia.

Aunque reconoce que no toda la responsabilidad recae en el Ayuntamiento de Ronda —al tratarse de una carretera que depende de instancias superiores—, considera que se debería haber actuado con más agilidad y previsión: “En un futuro se deberían tomar medidas preventivas. Más vale gastar dinero antes que no lo que ha costado ahora”.

Una carretera olvidada incluso antes del derrumbe

El estado de la A-397 ya era motivo de quejas vecinales mucho antes del desastre. “El asfalto estaba muy desgastado, faltaban medidas de seguridad. Esta carretera siempre ha sido muy transitada y no estaba bien cuidada”, recuerda. La situación ha dejado patente la necesidad de repensar las infraestructuras de conexión entre la Serranía y la Costa del Sol.

Esto debería servir como ejemplo para tomar medidas de prevención en un futuro. Porque no solo la usamos los trabajadores, también miles de turistas cada verano”, añade. De hecho, otro de los efectos colaterales del cierre ha sido el impacto en el turismo: “Muchos turistas que venían a Marbella también pasaban por Ronda. Y con el cierre, ya no venían”, lamenta.

Más que una carretera, un recurso vital

No es solo una cuestión de ocio o vacaciones. Hay personas que todos los días utilizan esta carretera para ganarse la vida. No se puede permitir que vuelva a quedar inoperativa tanto tiempo”, concluye Miguel Ángel Ortega, subrayando que hay una responsabilidad institucional con todos aquellos vecinos de la comarca que dependen de esta conexión.

Para ellos, la A-397 no es simplemente una vía: es una herramienta imprescindible para trabajar, para vivir, para sostener a sus familias.

Mientras tanto, el tráfico sigue regulado por semáforos en un solo carril, y las obras continúan. Ronda, como tantos otros pueblos de interior, espera que esta vez sí, la solución definitiva esté cerca.