lunes, 7 octubre 2024
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Modernidades, Espinel y un aifon del XVI

Como los libros ni se comen ni se beben y, además, tienen la letra pequeña y acaban cansando la vista, es muy posible que la Biblioteca Municipal le interese a usted tanto como a nuestros veintiún concejales. O sea, nada.

Y mire que digo veintiuno y a todos los meto en la misma saca. Porque si a la bibliofobia que afecta a nuestros mandarines, unimos su desidia por corregir las carencias, no hay que ser linces para caer en la cuenta de que los libros no dan votos ni los poemas de Machado recomiendan parientes, que aquí, ahora y siempre, por lo que se ve, es lo único que preocupa. Horrible. Crimen de lesa cultura.

La dejadez de nuestros barandas por todo lo que guarde relación con la lectura no tiene nombre: grosso modo, podemos calcular en no más de cinco o seis centenas los libros que se compraron en los últimos quince años. Monstruos que son para todo, no fueron capaces ni de completar la Espasa.

¡¿La Espasa?!, gritan escandalizados los veintiuno. «¡Por Sandeus, la Espasa! Pero si eso es ya la cueva de Altamira, el acueducto de Segovia, la Tizona del Cid… Un arado de palo: cochambre pura! ¡Ufff, la Espasa!»: siguen diciendo, al tiempo que uno de los concejales: de los veintiuno: tal vez el que resultó pelín más avezado: suelta por su boquita de piñón: «¡Anda que no está demodé el Azabal…! Qué pesado con la Espasa y la biblioteca. Todos los años lo mismo. ¡Pero si la Espasa entera ya cabe en un teléfono móvil y todavía queda sitio para la Larousse y, si me apuras, para una colección completa de la revista Playboy».

Y no le falta razón. Hoy día en los vericuetos y covachuelas de la interneta está todo, que por estar escrito está hasta los años que viviremos por mor de la inteligencia artificial. Sin embargo, eso no es, no debería ser excusa para rendirse a la belleza, al tesón, al estilo, a la humanité de los sabios que nos precedieron y que rindieron sus largas noches de insomnio en las miles de páginas de la Enciclopedia Espasa.

Al decir de la UNESCO, una ciudad como Ronda debería disponer de unos setenta mil libros de préstamo público. No sería exceso ni lujo. Pero no: aquí ni UNESCO ni vainas: esto es el Gobi: un erial interminable de estantes vacíos o de paredes sin estantes: aquí todo se va en labia hueca y manzanilla fría. ¿Cuarto centenario de don Vicente Espinel? ¡Y una leche! Eso será en la venta donde Marcos de Obregón se choteó con tanto ingenio del cura tragaldabas, porque lo que es aquí ni las obras completas de los coetáneos de don Vicente tenemos, que por faltar faltan hasta las obras de Cervantes o las de Teresa de Ávila o las del mismísimo Quevedo, por tirar de lo más suave, porque de Machado y Lorca tampoco es que andemos sobrados. Así somos. Así nos hizo padre. «Si es que ya no se lee… Mejor gastar en copetines, confetis y cabalgatas», dicen: y todos aplauden con las orejas tan sesudas palabras.

O sea que no se lee porque no hay libros y no hay libros porque no se lee. Tantos años clamando para tener biblioteca pública merecedora de tal nombre y ahora, justo cuando llegó el maná de los euros «iurop», justo cuando llueven llaveros y muñequitos de la China y ladrillos y adoquines y cemento en una orgía interminable de más de lo mismo, justo ahorita, digo, van y ponen al servicio de Apple los jardines de duquesa de Parcent para la presentación mundial del aifon 16 pro, plus y plas, y no es broma. ¿Que no lo sabías? Bien callado se lo tenían…, pero ya lo sabes: la presentación mundial de la última moda de Apple se hará en Ronda a cambio de que se apruebe el proyecto que tiene Elon Musk para el Puente Nuevo, que por lo que se ve dinero llama dinero. Estamos que nos salimos. Ni libros ni Espasa, pero cacharros, lo que se dice charros vamos a soñarlos hasta en siesta. Y usted me dirá: «Hombre, es que puestos a elegir entre una novela de De Prada y un iPhone 16, pues qué quiere que le diga…».

Y tiene usted toda la razón. Usted va y coloca el último engendro de Apple en lo alto del mostrador de su bar de cabecera y se convierte en el punto cenital: o genital: donde confluyen todas las miradas. Pero si lo que coloca es una novela de García Márquez o un centón de Cela o la muy trabajada recopilación antropológica de don Bartolomé Nieto y don Juan Terroba (q.e.p.d.), pues o bien lo toman por loco o lo tildan erudito a la violeta.

Me rindo: no hay nada que hacer. Aquí ni hay izquierdas ni inteligencia: los libros no dan votos y todas las estrategias pasan por estar lo más cerca posible del duelo entre un Broncano cortito, pero que cortito de verdad, y un Motos que vive del trabajo de dos hormigas de felpa… Yo los veo: en diferido, pero los veo: y me estallan los oídos con el Money de Pink Floyd. ¡Barra libre, pues! ¡Truenen las tracas! ¡Ardan los libros! Toda Europa será otro Múnich y las televisiones y los móviles serán las nuevas hogueras hitlerianas.

Y mira que ando con ganas de reírles las gracias a los ilustres integrantes de la corporación municipal. Aplaude uno la probable apertura del Paseo de los Ingleses, aplaude uno los apaños que se prevén en los Jardines de Cuenca, aplaude uno que por fin se tomen en serio las desolaciones del Arrabal Viejo: Puerta de la Cijara y Juderías… Y ya puesto, capaz soy de aplaudir los dineros que le arriman al paseíllo del fondo del Tajo: cinco euros, casco incluido.

Sin embargo, uno no puede por menos que recordar a los de ahora, como lo hizo con los de antes, que una ciudad sin libros es la Nada llena de nada: una blasfemia y tres eructos en los morros del pueblo. En fin, que digan lo que quieran y gasten como sepan, pero no se tiene en pie que el renting del audi del Ayuntamiento se llevara no hace tanto más dineros que los libros de la Biblioteca en los últimos veinticinco años. Ya digo: el Gobi. O peor.

Es lo mismo que un nublao de tiniebla y pederná / es un potro desbocao que no sabe dónde va /
es un desierto de arena, pena, es mi gloria de un penal… Ay pena, ay pena, ay pena, penita, pena.

Pista: ¿Por qué no dejan la biblioteca actual como centro de estudios y preparación de exámenes y oposiciones varias, dada su proximidad a tres institutos y Escuela de Enfermería, y habilitan de una vez por todas alguno de los muchos casoplones y palacetes de la Ciudad que amenazan ruina? Vayan a Antequera y verán lo que es una biblioteca como la Unesco manda. Una biblioteca con un par…

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