viernes, 29 marzo 2024
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Festejos sombríos y esperanzador futuro

Entramos ya de lleno en  unas fiestas navideñas y año nuevo que, en lo que toca al jolgorio y alegres reuniones familiares, están muy lejos de las habituales por estas fechas en los últimos tiempos. El malhadado virus ha venido para trastocar lo que venían siendo unas fiestas de jolgorio y entrañables reuniones en la Navidad en tímidos grupos en los que va a predominar la desconfianza más severa, cuando no el miedo más acuciante.    Sin irnos mucho atrás, incluso van a ser diferentes de las celebradas en el último año, cuando el temible e implacable enemigo ya extendía sus temidos tentáculos sobre todos los hogares. En la Navidad de 2020, ya con el común enemigo  en el país, la incidencia acumulada del mortal virus, cegador de vida sin contemplaciones, sobrepasaba por muy poco los 220 habitantes por cada 100.000; ahora, coronado el 2021 sobrepasa los 600.      Sin embargo, existe ahora un motivo para la esperanza. Un epidemiólogo del hospital Monte Sinaí de Nueva York con nombre y apellidos muy españoles, Adolfo García Sastre, sostiene que la variante Òmicron presenta menos ínfulas que las que ya establecieron sus congéneres en medio mundo sembrando el pánico por doquiera. Es de esperar ahora, por tanto,, que no se revista con la gravedad de las  que le precedieron. Hay ahora, al parecer, motivo para la esperanza en lo que se refiere a su letalidad y de que  que la pandemia  continúe ascendiendo indefinidamente.   Llegará el momento en el que este flagelo de la humanidad atempere su furor y  frene su virulento proceder. Importa ahora, cundo aún muestra su tenaz virulencia ahora camuflada en una nueva variante, adoptar las medidas que desde las altas esferas tanto del poder como del mundo científico que siguen sus pasos vienen señalando. Vacunarnos cuando se nos llame para ello  y vivir sin ignorar las restricciones que se nos señalan día a día.      La viróloga y figura descollante del CSIC, Margarita del Val, cuyas apreciaciones sobre la persistencia del virus y sus funestas consecuencias son seguidas con sumo interés en nuestro país, incide en la necesidad del uso obligatorio de las mascarillas, algo que desde ahora se impone por prescripción directa del Gobierno. Asimismo, pronostica  que las embestidas del fatídico virus pueden durar hasta una vez transcurrido el mes de enero que ya anuncia su pronta llegada. Su opinión, además, sobre la variante Ómicron es que su transmisión se manifiesta de manera menos virulenta.   Si a esto se añade que ha llegado emparejado con las celebraciones navideñas, en las que los contactos entre grupos es más intensa, con lo que los riegos podrían acelerarse de manera exponencial.    Importa y mucho  permanecer con el ojo avizor si queremos eludir los zarpazos del virus traidor que , no obstante, hoy por hoy, sigue acechándonos para propinarnos sus tétricas y nefastas embestidas. Entre sombras y  halagüeñas luces esperanzadoras nos debatimos cuando el nuevo año asoma su ufano cariz en el horizonte.

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