sábado, 27 abril 2024
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Las Hijas de Urania (1)

El 8 de marzo es una jornada de reivindicación, una jornada que conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos, la justicia y la equidad de género. Se ha convertido ya en un día emblemático, que sirve además para sensibilizar a la sociedad y abogar por un mundo más igualitario. El lema de la ONU para este 2024, “Financiar los derechos de las mujeres: acelerar la igualdad”, nos anima a invertir en políticas para avanzar en la igualdad de género como un imperativo desde la perspectiva de derechos humanos y una piedra angular para crear sociedades más inclusivas, que benefician a todo el mundo. El lema destaca la certeza de que las mujeres tienen mucho que ofrecer al desarrollo de nuestra sociedad y que esa apuesta mantiene, también, una dimensión económica, porque excluir o reducir su participación supone, al final, un empobrecimiento social y cultural, sí, pero también económico. Incrementar la participación de la mujer en toda clase de dinámicas sociales no sólo es un imperativo ético, sino también un recurso económico: mucho pierde la sociedad que olvida el talento y el esfuerzo de la mitad de su población. (Fragmento de la Declaración CRUE – Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas).

Las mujeres han contribuido al desarrollo de la Astronomía en todas las épocas, pero sólo en algunos casos sus nombres aparecen en los libros. Sus logros han sido ignorados, no reconocidos y a veces desacreditados por historiadores que se han negado a reconocer la existencia de astrónomas importantes en la historia de las ciencias, siendo en muchas ocasiones “catalogadas” como la hija, hermana, sobrina, esposa o compañera de un astrónomo, que dedica su vida a ayudarle en su trabajo ocultando su contribución y relegándola a las tareas domésticas. Desde estas líneas queremos homenajear a estas mujeres que aportaron tanto al apasionante mundo de Urania, la musa de la Astronomía.

Tal vez, las pioneras provengan de las antiguas civilizaciones babilónica y egipcia, donde es muy probable que realizaran importantes observaciones astronómicas. En la Grecia clásica destacó Aglaonice de Tesalia por sus conocimientos sobre los eclipses. Otra gran mujer fue Hipatia de Alejandría que inventó el astrolabio plano que se usaba para calcular la posición de las estrellas, los planetas y el Sol. En el siglo X encontramos a la madrileña andalusí Fátima que escribió una monumental obra titulada “Correcciones sobre Astronomía” y continuando en la época medieval destaca la religiosa alemana Santa Hildegarda de Bingen cosmóloga y médica. En la época que Copérnico situó al Sol en el centro del Sistema Solar, Sofía Brahe y su hermano Tycho realizaron observaciones que permitieron a Kepler determinar las órbitas elípticas de los planetas.

En el siglo XVII destaca la célebre astrónoma y matemática polaca María Cunitz conocida como la segunda Hipatia que llegó a dominar siete idiomas y se interesó por la medicina, la poesía, la música y la pintura. En esta época fue curiosa la historia de Isabel Korpmann que con 16 años se casó con el famoso astrónomo Juan Hevelius de 52 años, apasionándose tanto por el cosmos que a la muerte de su marido continuó su labor y público el mayor catálogo de estrellas registrado hasta entonces con 1.888 objetos celestes. En el siglo XVIII, la francesa Nicole-Reine Lepaute contribuyó al cálculo de la órbita y retorno del famoso cometa Halley. Pero en ese siglo y parte del siguiente destaca de forma brillante la astrónoma Carolina Lucrecia Herschel, nacida en Hannover (Alemania), hermana del músico y astrónomo William Herschel, al que ayudó en sus trabajos para descubrir Urano y dos de sus satélites. Carolina compartía sus investigaciones con sus labores de ama de casa, siendo la primera mujer en descubrir un cometa, alcanzando por ello la fama y valiéndole un sueldo anual equivalente a unos 60 euros. Realizó numerosos hallazgos de nebulosas, galaxias, cúmulos abiertos y cometas, recibiendo la Medalla de Oro de la Ciencia del Rey de Prusia y de la Sociedad Astronómica de Londres. Vivió 98 años y fue una mujer de ciencia que subestimó sus propias capacidades, atrapada en la contradicción entre sus éxitos y las actitudes sociales de la época. Carolina allanó el camino de la astronomía a otras mujeres del siglo XIX, como la norteamericana María Mitchell, que en 1847 se convierte en la primera persona en descubrir un cometa a través de un telescopio. Un observatorio fundado en 1908 lleva su nombre y es obligatorio que sea dirigido por una mujer.

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