jueves, 25 abril 2024
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Moscú aquí al ladito

Un gobernante debe elegir entre mantequilla o cañones: el tal Putin optó por lo segundo y ya mismo la gente de alpargata no tendrá qué untar en la tostada. Lo malo es que sus demasiés los pagamos todos, si bien es cierto que unos más que otros, que hay que ver el arte que se dan los alemanes para seguir haciendo coches y tostadoras y maquinillas de afeitar con el gas que le compran —y pagan— a los rusos con puntualidad de reloj suizo. Los alemanes siempre fueron así: yo, yo, yo… y si quedan migajas que repartir que no sean para Polonia. Mi abuela Eugenia decía, o debió decir: «Los alemanes hacen bien tres cosas: marcan bien el paso, saben perder todas las guerras y disimulan los crematorios con la música de Wagner». De lo que no andan tan bien es de huevos: ni tres días de frío estuvieron dispuestos a soportar a cambio de joder un poco, no mucho, al Vladimiro Putin. Ni tres días, repito, pararon sus fábricas.

Cuando las madres rusas vieron que la cosa de tanto Rambito adolescente, sin pluses ni dietas, con la ridícula Z pintada en el caso, y perdidos por los lodazales de Ucrania no se tenía en pie, cargaron las culpas de la podre de los bancos —de los banqueros y sus queridas marcando silicona en Aston Martin por la Costa del Sol— sobre los untuosos lomos de los excomunistas, que ahora le hacen la ola a la oligarquía rusa que les legara aquel monstruo llamado URSS. Algunas matrioshkasse tiraron a la calle con pancartas y cartulinas garabateadas, pero no tardaron en ser recolectadas por la secreta de Putin y llevadas a las checas de Stalin, que nunca han dejado de funcionar, dicho sea de paso, por más que algunos con coleta lo nieguen.

Tan tontos nos creen, que esperan que las abuelas rusas se traguen —y nos traguemos— que todo este escándalo de mafiosos metidos a financieros y generales sin luces viene provocado por los desarrapados que apoyan a Zelenski: nuevo Chaplin también de sangre hebrea al que algunos, pese a todo, quieren desnazificar. Hombre, mire usted, puede que Zelenski no haya jugado lo que se dice limpiamente con la población prorrusa del Donbass, pero de ahí a ponerlo de nazi… Va a ser que no. Y además, los ucranianos, como se está viendo, tienen los esos que les faltan a los alemanes.

De Moscú a Kiev y de Crimea a Ronda, por más lejana que se antoje la conexión, anda también la propaganda que vuela,aunque nuestros mascas todavía no se den por aludidos por cómo mea la perra a fin de mes: suma de COVID y barbarie rusa, ya sabes…, como si la cosa del bicho y de la Z no fuera con ellos. Y digo fin de mes porque es cuando hay que mirar las caducidades de las marcas blancas y abandonar cabizbajos el híper con la mitad —o menos— de lo previsto; aquí como siempre, a lo nuestro y manzanilla que corra. Vamos que no ven riesgo en seguir confiando de nuevo un hipotético progreso al fallido modelo de la especulación y el ladrillo unido al monocultivo del turismo residual, que es lo primero que se viene abajo cada vez que en Europa andan de movida: se vio cuando la crisis de ZP, se sufrió más aun con la pandemia y basta ir a poner gasofa para comprobar que los cañones de Moscú también nos apuntan a nosotros.

El mundo tal como lo conocíamos se desmorona, pero los pequeños gobernantes de las ciudades y villorrios de las Europas siguen empeñados en el arreglo y repintado de bordillos, cambio de solería, los 101 y dale que te pego. Aquí en Ronda, un poner, tenemos todos los elementos precisos para encarar el presente. Agua —que habrá que sacar algún día, digo yo, del imperio de don Carlos Slim—, tierra, sol, paisajes, bosques, cercanía a la Costa, buenos trabajadores… Bastaría gestionar desde la racionalidad para asegurar el futuro de nuestros hijos y parapetarnos un ahorita ante lo que se nos vino en lo alto para quedarse no uno ni dos, sino varios años.

Con el argumento de que se lo apunten a Putin, se entiende y explica que estemos en más de cinco mil personas sin curro, con los jóvenes pillando lo que pillan en la jaima del Mirador del Pino y con varios cientos de vecinos, sino más, organizados por turnos, esperando un algo a las puertas de Santa Cecilia. Malos gobiernos estos que permiten un Macron y un Johnson en cada pueblo; políticos más interesados en su ombligo que en las fatiguitas de prójimo.

Y nosotros bailando el Casatchok desde los lejanos años en que Georgie Dann lo conviertiera en el himno de todas las fiestas patronales, ajenos a unas pésimas infraestructuras, súbditos de una casta de mandarines que se instaló en el cuento del íbamos a hacer, íbamos a hacer… y en esas que llegó la Z de Putin. Excusa perfecta para ocultar el fracaso de unos dirigentes que no ven más allá de su napia.

Pongamos el objetivo en Ronda. Ay. ¿Y qué? ¿Qué vais a hacer vosotros que no hayáis dicho ya? ¿Qué vais a prometer que no hayáis prometido desde hace la friolera de treinta años? ¡Hechos queremos! Sobran las palabras. Facta non verba… Por ejemplo, si se dijo autovía antes de los misiles rusos, pues eso queremos, y no menos. Sí se dijo vial alternativo antes del asedio a Kiev, eso esperamos. Si se prometió el acondicionamiento del hospital viejo… Hechos, coño, hechos. Sobran los trampantojos trileros. Que de fanfarrones están los bares llenos. Y para excusas de mal pagador nos vale cualquiera.

Vamos a hacer, vamos a hacer… Gárgaras con palodú, eso es lo que vamos a hacer. Y más ahora con el caballo de Putin a las puertas del Banco Central Europeo. Pregúntenle a los que mandan aquí, en Ronda, en Sevilla, no en Moscú, pregúntenle qué hay de la cacareada autovía —por Ardales o la Costa poco importa— y ya verán como la culpita de su nula gestión la tiene la tropa de Vladimiro y su santa madre. El 19 de junio, seis días después de san Antonio Bendito, se vota. Usted mismo. ¿Mantequilla o fanfarria? Será fanfarria, como en Rusia se antepuso la pólvora a la mantequilla.Vodka y manzanilla todo lo pueden.

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