En los pueblos pequeños, y hablo de los que alinean a lo largo y ancho de la feraz Serranía de Ronda, buena parte de las entidades financieras que abrìan sus puertas han optado por los últimos tiempos en cerrarlas a cal y canto. Una espantada en toda regla que no ha tenido por menos que dar pie a un panorama desalentador en lugares en los que hasta ahora habian gozados de instalaciones que vinieron facilitando las diferentes operaciones crediticias o de cualesquiera otra índole que hacían más llevaderas la vida a sus moradores.
Ha surgido un clamor en estos pueblos que ha llegado hasta la Diputación de Málaga para que desde estas instancias se inste a interceder en esta cuestión que pone contra las cuerdas a pequeños pueblos cuyos habitantes han visto lesionado sus derechos hasta ahora admitidos de poseer en sus inmediaciones una oficina bancaria, o en su defecto, un cajero automático, que habian venido a facilitar su acceso a operaciones crediticias o de cualesquiera otra índole.
El problema, como digo, se ha hecho evidente en buena parte de los pueblos desperdigados a lo largo y ancho de Serrania de Ronda (amén de otras latitudes) en los que no han tenido por menos que clamar contra este estropicio que viene a incrementar la tendencia observada en los últimos tiempos en lo que se refiere a un suceso claramente opresivos: el abandono de los pequeños pueblos en tiempos en los que se pretende desde las más altas instancias del Estado facilitar su implantación en los lugares que vieron nacer a sus habitantes.
Como no podía ser de otra forma, La Diputación de Málaga, siguiendo una correcta actitud, insta a las instancias superiores del Estado a que se legislen las medidas oportunas para frenar la despoblación acuciante de no pocos pueblos de España, entre los que se encuentran los que se alinean a lo largo y ancho de la provincia malagueña.¿ Se oirán las quejas o se pondrán oidos sordos a ellas, despreciándolas olímpicamente?
Nuestros mayores, salvo raras excepciones, sufren si no el menosprecio de los más jóvenes, sí una mermada consideración por parte de quienes tienen el deber de defender y salvaguardar la integridad física e intelectual de todos sin excepción, sea de la forma que sea. Esta desconsideración hacia quienes peinan canas o lustrosas calvas, amén de pronunciadas arrugar en su tez, se hace patente en acciones o vejaciones a las que se ven sometidos. De éstas, entre las cuales no es la menor, descuella la de la necesidad de tener que abandonar su pueblo natal para trasladarse al vecino, éste disfrutando de ventajas que a ellos se les niega de manera sistemática. La forma de recibir la paga mensual a la que tienen derecho tienen que buscarla en la localidad vecina, más afortunada que la propia en mantener intacta ancestrales prebendas.