Por un rato me olvido de todo. Cuando juego la hora de baloncesto con los amigos, no sé que me pasa, pero por un rato me olvido de todo. No sé porqué ocurre pero me atrae como un imán.
Desde alguna parte de mí nace algo agradable cuando recuerdo que es jueves y toca partidito. Julián, el alero, el psicólogo, dice que no es porque me olvide de todo, que no es eso, que es un tema de atención, de realizar una actividad en la que la mente está, dice él, en modo presente, osea, que no está como durante todo el día, pensando en lo que pasó ayer, en lo que quedó pendiente para mañana, en como resolver tal y cuál problema del día a día. En fin, que sé de lo que habla, que yo ni
dormido consigo acallar la cabeza, dale que dale, erre que erre. Y dice Julián, el alero, el psicólogo, que no es que sea yo, que es todo el mundo, que la mente funciona así y que por eso jugar al baloncesto y centrar la mente en el instante presente, me da esa tregua que me hace tanto bien.
Nos lo explicó con detalle mientras nos duchábamos en el vestuario. Que no se qué del cortisol, que no se cuánto del strés, pero vaya, que no hace falta entenderlo, que yo aunque no sea Julián, el alero, el psicólogo, y no tenga ni la menor idea de estas cosas, sé dónde hay un hombre hablando de algo que conoce. Y de baloncesto sabe bien poco, que nunca quiero que caiga en mi equipo porque las derrotas dan para una semana de bromitas en el wasap, pero de cortisol, strés, y no se qué palabra que acaba en “fullnes” que nadie le discuta a Julián, el alero, el psicólogo, porque en eso, es todo un campeón.