viernes, 29 marzo 2024
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La soledad acuciante de nuestros mayores

Soledad y su resultado más evidente que es la depresión son signos más que evidentes en la población adulta que ya culminó con creces la edad cincuentenaria. Es la certeza que pone en el candelero el Centro Nacional de Epidemiologia de un Instituto de Salud de renombre en Madrid, San Carlos III, que pone el punto de mira en los mayores que ya coronaron con creces el medio siglo de vida en este mundo. No es de extrañar que cada vez con mayor frecuencia se expandan pormenores respecto a las vivencias de nuestros mayores.

Recientes estudios ponen en evidencia que una de cada cinco personas que ya orillaron en la vejez sufren en nuestro país de depresión. Lo testifican estudios realizados por diferentes centros de investigación que al respecto no han podido ser más clarividentes. Hacen hincapié en el elevado número de personas que, colmatada la edad sexagenaria, sufren depresión y una calidad de vida altamente deplorable.

El papel que juegan nuestros mayores hoy por hoy hay que reconocer sin tapujos que es de suma importancia. Aparte de que ayudan en grado sumo a cimentar el camino por el que transcurren la vida familiar y laboral constituyendo el espejo en que se reflejan para las nuevas generaciones la senda por la que deben transcurrir los pasos de las generaciones venideras, esas que piden paso para jugar principal papel en el devenir de los tiempos. El papel que desempeñan nuestros mayores en estos lóbregos momentos por los que atravesamos por mor de la pandemia resulta crucial para el sostén de familias, no deja de ser de suma importancia: son muchas las que merced a sus pensiones sobreviven cuando el empleo languidece y los arrimos no dejan de ser poco menos que imposibles.

Sobre sus cabezas, sin embargo, se erige el fantasma de la soledad y no pocas veces sufren en sus carnes el más desconsiderado aislamiento social. Elementos ambos que coadyuvan a que sufran depresión, sobre todo si viven en soledad y lejos de la querencia familiar. Circunstancias estas algo que indefectiblemente viene a desboronar los años finales de su tránsito por este mundo y abre la puerta al padecimiento de enfermedades que atañen tanto a la integridad tanto física como psíquica. Un problema este último que no es raro que venga a quebrantar los últimos años de muchos de quienes ya transitan por edades sumamente avanzadas y que exigen por parte de la sociedad poner freno a este quebranto de las facultades cognitivas y psicológicas que, inmisericordes, vienen a recaer con suma frecuencia en nuestros mayores.

En estos tiempos procelosos que corren es de justicia reconocer el papel que juegan nuestros mayores tanto el ámbito familiar como en cualesquiera otro que venga a resaltar su labor ahora callada, pero que fue manifiesta en anteriores etapas de su vida en el seno del hogar familiar. No pocas veces significaron el sostenimiento económico de familias de escasos recursos y fueron un valladar para los quebrantos ocasionados en difíciles momentos por los que atraviesan sus allegados. Significan sin la menor duda una ayuda manifiesta como sostén de familias de paupérrimos arrimos económicos en situaciones harto difíciles como las que ahora se atraviesan aportando no pocas veces con paupérrimas pensiones al sostenimiento de hogares ahora con escasos o nulos recursos en situaciones catastróficas para las familias como las que ahora atravesamos-.

Importa ayudar sin tapujos a quienes no pocas veces se debaten en la soledad más enquistada, a saber, nuestra población mayor que todo lo dieron en favor de sus familias, haciéndoles ver una lontananza en sus vidas ya a punto de extinguirse, lo más halagüeño y gratificante posible. Se lo merecen quienes todos lo dieron por el bienestar de los suyos, y continúan haciéndolo en estos.

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