jueves, 28 marzo 2024
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Las delicias del melón y la sandía

Si hay frutos que como postres nos proporcionen sumo placer al hincarle el diente en estos días tórridos de verano que atravesamos, son sin lugar a dudas el melón y la sandía. Convenientemente enfriados, ambos refrescantes frutos suben a nuestras mesas. El postre que con todos los honores pone punto y final a cualquiera opípara o humilde comida con la que nos deleitemos en estos tiempos de calores, poco menos que tórridos. Su deleitoso paladar pone el feliz punto final al consumo de otras viandas que suban a la mesa, no importa que sea pobre o señorial. Tanto el melón como la sandía, son el alimento fresco e indispensable como refrigerante en estos días de canícula que corren. Bien es cierto que en el «súper» de turno, y ante ambos frutos, un mar de dudas nos asaltan, ya que su interior no pocas veces resulta una incógnita y nos preguntamos si acertaremos en la elección. Se han de elegir ambos frutos con tino y no al buen tuntún, los sopesamos y casi se podría decir que lo acariciamos tratando de entrever su textura interior y la frescura y el sabor que ansiamos. Debemos contentarnos con tantearlos y escrutarlos con la vista sin dar de lado al olfato. Importa echar manos a nuestros sentidos porque serán indispensables que estos nos acompañen en el momento de la elección.

Existen, no obstante, parámetros a los que debemos atenernos a la hora de sopesarlos. No pocas veces tras hacernos con el melón o sandia que nos atraían por su lustrosa vista externa y, una vez llegado a casa, confiados en que el frutero de turno tras golpearlo nos ofrecía sonidos gratificantes, cuando el cuchillo nos lo abrían en canal y al probarlo nos damos cuenta de que nos habíamos equivocados de plano. La vista del fruto sin más puede engañarnos en cuanto a su interior, por lo que la juega un papel importante a la hora de elegirlo. Los entendidos, no obstante, nos aconsejan que el color no debe ser demasiado verde ni brillante; si no ofrece este aspecto se nos aconseja que debemos aguardar algún tiempo para hundir el cuchillo en su interior.

Los fruteros golpean con la palma de la mano el fruto en cuestión. Saben que está en su punto cuando suena hueco y emite una tenue vibración. Por nuestra cuenta hemos de comprobar la mancha de la cascara que ha descansado en el suelo del labrantío: si es blancuzca o verdosa, lo desecharemos sin más. Si el color es amarillento pálido podremos vaticinar que la fruta en cuestión está en su punto de maduración para llevárnosla a la boca. La inspección acaba cuando demos golpecitos enérgicos en su textura. Si el sonido sueca seco y consistente podemos ir tranquilo con la compra a casa porque nos asegura un paladar sin tachas.

Otras ventajas que nos proporcionan tanto el melón como la sandía es que su consumo reiterado nos mantiene la osamenta sana, cicatriza las heridas de la piel, algo que en verano es crucial para evitar las quemaduras solares, algo que es habitual cuando gozamos largos días en la playa sin protección. Y lo más importante para tenerlo en cuenta: es un aliado perfecto para proteger nuestro corazón. Lo dicho, un dechado de virtudes que no se han de echar en saco roto.

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