miércoles, 11 diciembre 2024
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Más arboledas: menos calor

Estudiosos del calentamiento global al que nos encaminamos que se quiera que no vienen poniendo el dedo en la llaga de este problema medioambiental que se acrecienta por días. Se han alzado voces en favor de que se arboricen las ciudades de manera sistemática como remedio si no a detener el cambio climático que ya se muestra imparable sí para frenar en lo posible el ascenso de la temperatura que trastoca ya la hasta ahora normal vivencia en las ciudades.

La meta es que el termómetro que vigila la temperatura baje al menos tres grados, en el caso que resulte imposible lograr que los haga en cuatro que es un objetivo a alcanzar si deseamos habitar en un mundo menos áspero como será si es que no de poner coto más temprano que tarde.   «Más árboles, más salud» parece ser el lema de quienes han profundizado en esta certeza con la esperanza de ponerle freno a una realidad que no tienen por menos que acongojarnos a quienes permanecemos en este mundo ya zaherido sin contemplaciones.   

   Dotar a las ciudades y pueblos con abundante arboleda es una urgencia inaplazable, si no la primera de las más acuciantes que no admiten demoras si se quiere detener y hacer un quiebro al cambio climático que ya se muestra como un enemigo en potencia. Importa y mucho establecer medidas ad hoc, siendo la más necesaria e inmediata una creciente plantación de arboleda a nivel mundial que venga a bajarle los humos. Importa y mucho hacerle un quiebro a la ya evidente metamorfosis que ya la tenemos en puertas si no se ha adentrado a su antojo en parajes que circundan a las ciudades que se asoman en mayor o menor cercanía al bien llamado Mare Nostrun.

Se muestra cada vez más evidente y las olas de calor nos amenazan con mayor virulencia ganándole la partida a las lluvias que ahora se muestran también con más insistencia y peligrosidad, aunque sean menos frecuentes que en pasadas décadas.   Hay quienes apuntan que una temperatura de 50 grados en los meses más tórridos puedes ser normal de aquí a nada. Ante ese peligro inminente de catástrofe natural ¿qué cabe hacer? Arduo problema ¡vive Dios! Se apuntan remedios naturales como atiborrar de vegetales los techos de los edificios, algo que, según apuntan voces autorizadas conseguirían refrescar las viviendas sin gastos extremos.      

El calentamiento global golpea con insistencia a los habitantes de este mundo con machacona insistencia y de no hacer caso a la metamorfosis que ello conlleva nos encontraremos más temprano que tarde con una serie de problemas que nos pondrán a todos en un aprieto capaz de lanzarnos contra las cuerdas. Nuestra estancia se tornará insufrible en este mundo, ya de por sí desvencijada, por una serie de imprevistos a cuál más desoladores y temibles.    

 ¿Qué puede ocurrir si no ponen los medios necesarios para atajar el fatídico problema que nos sobrevuela? Lo más inmediato sería el calentamiento global que podría acarrear, entre otras hecatombes, tormentas de mayor calibre, olas de calor insufribles, aumento del nivel del mar, glaciares convertidos en fosfatina y un largo etcétera de calamidades que vendrían a poner a medio mundo poco menos que en extinción.  

 No se puede decir de manera despectiva aquello de «cuan largo me lo fiais» cuando algo o alguien nos anuncia calamidades que no están al volver de la esquina. Naciones Unidas no tiene pelillos en la lengua para advertir que en 2030 el cambio climático nos castigará de lleno si no es que se ponen medidas prontas para evitarlo.

Un planeta, el nuestro clama para que le tendamos la mano. Una advertencia nos sobrevuela y no debemos hacerle caso omiso. Nadie debe esquivar la acción y todos debemos arrimar el hombro para detener los espantajos de un futuro tan

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