sábado, 20 abril 2024
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Miedos persistentes

 Creíamos haberlos, si no vencidos  del todo, sí doblegados en sus devastadores acometidas en los meses del mayor rigor. Vana creencia. Los miedos vuelven a imperar a remolque de las informaciones que cada día nos asaltan y que nos apocan y disturban. Vuelven los temores a que nos atenace el maléfico  y solapado enemigo ahora en puertas de celebraciones conjuntas que venían siendo notables en estos días de otros años eminentemente placenteros. Nos  los prometíamos felices merced a las vacunas salvadoras.  

Pero nuestro gozo en un pozo. Ahora sabemos que aun así estamos predipuestos a los zarpazos del virus asesino aún a sabiendas de que se nos administró la tercera dosis. La ansiada normalidad para estos días festivos que se acercan tendrá que esperar «sine die».  

 Un año atrás se afirmó que con las vacunas el virus que Dios confunda mordería el polvo: solo quedaría de él un amargo recuerdo. Tras recibir la tercera inoculación como que se nos antojaba que podríamos burlar sus traidoras acometidas.  

 Sin embargo, he aquí que ahora surge con inusitados ímpetus una variante procedente de Sudáfrica que responde al nombre de ómicron y que viene a echar por tierra todas las esperanzas concebidas.  

 La pregunta que se hacen los entendidos sobre las acechanzas del nuevo virus asesinos es si esta nueva cepa podría ser la última y si no seguirán haciendo acto de presencia otros que vengan a echar por tierras todas nuestras esperanzas de vencer definitivamente el invisible y sin embargo tenaz y mortífero enemigo. De fuentes médicas sudafricanas fidedignas que la estudian sin treguas barruntan que puede ser más leve que sus predecesoras: las mutaciones señalan que no sería descabellado que así fuera. ¡Loado sea Dios si esto acaba ocurriendo!      Fuentes médicas solventes señalan, empero, que la guerra declarada contra el temible patógeno y la salvaguarda que proporcionan vacunaciones y medicamentos acaben convirtiéndolo en virulentos gérmenes que vengan ocasionalmente a enfermarnos levemente, merced a vacunas y acertadas profilaxis, y no vaya más allá de lo que hoy por hoy es la gripe o un resfriado ocasional.       

Sin embargo, hoy por hoy no hay que bajar la guardia y considerar al ómicron como un enemigo en potencia al que debemos enfrentarnos como a sus pasados y maléficos congéneres que tantas crueles acechanzas,  muertes y trastornos psicóticos nos vienen proporcionando a destajo. Atentos henos de estar a que el nuevo enemigo atempere sus ímpetus y traidoras añagazas, pero siempre en guardia contra sus posibles y traidoras acometidas. Los miedos, de nuevo, se muestran.

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