sábado, 27 julio 2024
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Sacudiendo el espantajo de la muerte

Por los tiempos que nos ha tocado vivir por mor de la pandemia que nos asusta y asola es normal que el espantajo de la muerte nos acose y nos obligue a pensar en ella como un siniestro enemigo que vigila nuestros pasos y está dispuesto  a asestarnos el golpe mortal que nos lleve al otro mundo. Que se quiera que no, nos ha tocado vivir bajo la sombra siniestra de la muerte  con el acicate de suponer que es uno de los estímulos filosóficos de cuantos abaten así ser humano a lo largo de su existencia. Que levante el dedo quien en estos tiempos procelosos que nos ha tocado vivir no ha reflexionado reiteradamente en el fantasma de la muerte y en la fragilidad de  nuestro ser para seguir siendo habitante de este mundo.      

De las pocas certezas que la vida nos depara ocupa un lugar privilegiado, la de saber que todos estamos condenados a más pronto o más tarde, enfrentarnos con el espantajo de la muerte. que se quiera que no. Existen innumerables motivos para suponer que nuestras aspiraciones y desvelos para entrever el futuro pueden o no verse realizados. Pero lo que resulta del todo imposible es que se pueda escapar de los  zarpazos de la muerte. Y en esta certeza absoluta no cabe por menos suponer en lo que puede haber tras el fatídico momento en el queque nos lleve al más allá.    

Es esta una preocupación que responde a las dudas existentes,  sobre vida ultraterrena que nos espera cuando el espantajo de la muerte nos dé su golpe mortal definitivo, abriéndonos la puerta al mundo ignoto que nos acoge cuando dejamos definitivamente esta vida.     

No faltan en el pasado próximo opiniones (y preguntas en el aire sin respuestas satisfactorias) porque nadie puede dar una categórica afirmación al respecto sobre lo que nos  espera después de la muerte. Total desconocimiento al respecto, pues. Lo que obliga a que cada uno tenga su propia versión del dilema y contentarse con lo que buenamente le deje traslucir su propio raciocinio, y de acuerdo con él albergar esperanzas o, y es lo más adecuado, resignarse con lo que el porvenir le depare al respecto.   

Nos devanamos el cerebro tratando de entrever lo que nos espera después de la muerte. Inútil pretensión. Bástenos con saber que, como dejó escrito Antonio Machado y que resuma sabiduría sin cuento: «la muerte es algo que no debemos tener porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos». Más razón que un santo tenía el eximio prosista y poeta español. A esta certeza suya nos aferramos para no amargarnos la vida ante la preocupación que, con frecuencia, nos atenaza ante un insondable misterio y una realidad  insoslayable. Algo que nos lleva a sacudir el espantajo de la muerte.

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