Existe un clamor en el ámbito europeo para que antes que termine esta década se planten 3.000 millones de árboles en su suelo. Se persigue conceder un plus de salud a los habitantes de ciudades y pueblos europeos mediante esta coordinada acción que venga a repoblar ámbitos en los que nos movemos y hacernos así respirar un aire más sano y purificador. Las autoridades comunitarias han acogido esta exigencia y se muestran dispuestas a llevarla a cabo y transmitirla por doquiera facilitando los medios para que las arboledas formen parte de nuestra existencia, sabedores de que son garantes de nuestra salud corporal y mental.
El cambio climático, a juicio de quienes esto entienden y mucho, nos amenaza, y es crucial presentarle cara para detenerlo. Puede hacerlo la arboleda estratégicamente situada y suficientemente extensa como para hacer frente a la metamorfosis que está en ciernes en y nos amenaza sin tapujos. Es tan acelerada que ya extiende sus tentáculos por medio mundo, al unisonó con la merma de la biodiversidad: poderosos acicates para que se ponga manos a la obra. Los árboles, nuestros principales aliados en este menester ayudan a enfriar el bullir exacerbado de las ciudades y son insustituibles para hacer frente a inundaciones que podrían ser catastróficas, a la vez que son imprescindibles para frenar los desastres ecológicos de la sequía que pueden incidir en desastres ecológicos de alcance.
Importa y mucho en este contexto que se arbitren medidas eficaces y duraderas para preservar la integridad de nuestros bosques. Son necesarias medidas para salvaguardar su existencia y que nada ni nadie pueda atentar contra apogeo arbitrándose de manera férrea provenientes de los organismos pertinentes para que su protección sea un hecho inaplazable. No deben soportar muestras arboledas el uso indiscriminado de pesticidas y plaguicidas que vengan a atentar contra su pervivencia.
Al unísono lo que importa es que desde los organismos locales competentes se active el proyecto todavía en ciernes de plantar en nuestro ancho mundo cuanto más arboles mejor: La CE habla de 3.000 millones. Laudable intención que no puede por menos que ser acogida con plácemes en todos los rincones del planeta por cuanto ha de suponer un gratificante pulmón que proporcione aire sano para beneficio de una Humanidad cada vez más contaminada por la persistencia de una atmosfera claramente insana.
No hace falta decir que los bosques hoy por hoy no están exentos de sufrirse serios riesgos. Para contrarrestar una hecatombe que puede ser de orden global urge prestarle la atención0n indispensable para su mantenimiento. Importa y mucho que se concedan la atención que está necesitando a ojos vista. Agentes forestales por doquiera y guardabosques sin tasas son necesarios para salvaguardar su existencia en no importa que región del ancho mundo. La salud de todos no se podrá garantizar con la ausencia de quienes velan día y noche por salvaguardar su integridad. Mucho nos jugamos en el empeño: nada menos que la salud y la preeminencia del género humano y su hábitat sin serios quebrantos en este mundo.
El cambio climático evidente a poco que nos paremos a mirar a nuestro alrededor es un enemigo a abatir más pronto que tarde. Pero esta transformación que nos amenaza encuentra, como digo, un enemigo colosal en los bosques. Se erigen siempre ya como adalides haciendo un baluarte firme a las colosales inundaciones y siendo un potente valladar para el avance desorbitado de las devastadoras sequias, un mal enquistado al que importa y mucho ponerle freno cuanto antes mejor. Un papel trascendental juega las tierras eminentemente boscosas que si pueden hacer frente al acoso del desenfrenado sequeral. Una verdad esta que no se debe echar en saco roto por el bien de todos los que deambulamos por este mundo.