miércoles, 24 abril 2024
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Montejaque revive su epopeya contra los franceses 

Crestas y colinas se yerguen dominando Montejaque desde tiempo inmemorial. Ejemplo es la Sierra de Libar , que «ofrece sus escarpaduras como el espinoso lomo de algún animal antediluviano»  como señalan los cronicones antiguos que se ocupan de su privilegiada posición en el sur peninsular. Se asienta el pueblo cerca de la margen derecha del río Guadiaro, en el reborde montañoso que circunda la depresión de la cercana ciudad Ronda. Olivares y viñedos autentifican la vocación campesina de sus moradores, aunque también existe una incipiente industria del sector de la alimentación, en concreto, en la fabricación de embutidos.     

    Cierto es que en este aspecto chacinero le gana el vecino pueblo de Benaoján en donde las fábricas son más numerosas. Pero   aparte de este factor culinario, ambos pueblos rivalizan en cuanto atañe a la peculiaridad del entorno: comparten una orografía en la que destacan almendros, higueras y olivares. Ambos pueblos combatieron a las tropas de Napoleón, dos siglos atrás, y entre otros desastres para los invasores, destaca la batalla de La Puente, la misma que se recuerda ahora y se festeja en Montejaque entre los días 23 y25 del mes en curso. Una batalla con contendientes desiguales, pero que mostró la entereza de los montejaqueños en defensa de sus lares, sometiendo nada menos que al ejército galo invasor que tuvo que, sin remisión, morder el polvo en estas latitudes.    

    Elementos supra militares como fueron los que imperan en la Serranía de Ronda -bosques frondosos, caminos que soportaron el paso de gente desde milenios atrás desfiladeros y gargantas profundas – y, en fin, y lo más sobresaliente, la valentía de los provincianos que no dudaron en presentar batalla al ejercito invasor coadyuvaron de manera decisiva en hacerles morder el polvo a los secuaces de Napoleón. Montejaque fue centro y difusor de tropas provenientes de los pueblos próximos, y juntas coadyuvaron para hacerles  morder el polvo a las tropas galas invasoras de su territorio.     

    Montejaque brilló por la hazaña de gente de los pueblos limítrofes que, unidos contra el ejército invasor, lograron con denuedo hacerles morder el polvo en una épica batalla que hoy por hoy permanece en los anales del pueblo, y que nos retrotrae a un episodio bélico que hoy no puede por menos que recrearse y que refleja una victoria a las tropas galas invasoras que mordieron el polvo de la derrota sin conseguir sus propósitos de invasión y exterminio. Más bien al contrario, los pueblos serranos del entorno lograron frenar los propósitos de los invasores que terminaron por claudicar ante el ardor y valentía de quienes defendían a ultranza sus territorios. Una épica hazaña que hoy por hoy se rememora y celebra con un brillo que no empaña el paso de los años transcurridos.

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