Ni que decir tiene que andábamos padres y abuelos más que alarmados ante el temor de que nuestros retoños sufrieran de alguna manera el zarpazo del temible virus que Dios confunda y que no se detiene ante nadie para fulminarlo sin contemplaciones. Los mayores nos hemos puesto (aparentemente) a salvo de sus dentelladas asesinas, merced a las vacunas dispensadas, pero nos preocupaba la suerte que podían correr nuestros hijos y nietos hasta ahora inermes ante sus siniestros ataques. Ahora, parace, que por fin, podremos verlos a salvo porque ya existe una vacuna para ellos. La Unión Europea acaba de tranquilizarnos porque anuncia que autoriza una vacuna para menores de edad, entre 5 y 11 años. Respiramos tranquilizados. La vacuna Comirnaty de Pfizer puede desde ya administrase a nuestros retoños con la que hacer frente al enemigo común implacable y desbastador.
Ante la pregunta sobre la eficacia o no de la vacuna para menores de edad estudios científicos avalan que puede serlo casi en un 91 %: es más podría oscilar entre 67 y el 98%, lo que no deja de ser alentador. Ensayos clínicos confirman que la eficacia en niños de edades comprendidas entre los 5 y 11 años se comprobó fehacientemente; igualmente se verificó contraponiéndolo a los que recibieron un placebo.
Eso sí, se ha puesto de manifiesto que la dosis vacuna destinada a los menores de edad será sensiblemente menor comparada con la que reciben los mayores de edad. De los 30 microgramos destinados a la franja de estos último, se bajará hasta los 10 en el caso de los receptores infantiles, dosificadas en tres semanas.
Padres y abuelos sopesamos no sin recelos inocular a nuestros retoños contra el malhadado virus. Se sabe que el coronavirus no cursa en los niños con la virulencia que como sólo hace en los mayores. Estudios exhaustivos al respecto apuntan a que no lo hace con la gravedad con la que ataca a los mayores. Los datos conocidos apuntan a que las hospitalizaciones son de menos calado y los fallecimientos, en casos aislados, de producirse se puede equiparar a producidos por otras causas. Así mismos los efectos de las vacunas no van más allá se los provoca los mayores, lo que todo apunta a que la inoculación ofrece más resultados positivos que negativos. Algo que aboca a vacunar nuestros retoños considerando que podremos ponerlos a salvo de los zarpazos del traidor virus que tantas penas, sinsabores y quebrantos familiares viene proporcionando a buena parte de los habitantes de nuestro mundo.